En nuestro país la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo está llena de significado, no solo religioso, sino costumbrista y tradicional. Las procesiones de Semana Santa tienen un gran arraigo de Norte a Sur de nuestra geografía, y seguramente no habrá pueblo por pequeño que sea, que en éstos días no procesione detrás de alguna Cruz o alguna Dolorosa.
Mucho han cambiado las costumbres desde aquellos años, no tan lejanos, en que ésta semana se vivía desde un ambiente un tanto opresivo y absolutamente marcado por la influencia religiosa, y donde toda manifestación de ocio quedaba relegada y cubierta por el penitencial manto morado de la Pasión, manto no solo simbólico sino real, ya que hasta las figuras religiosas de la iglesia se cubrían con un lienzo de ese color.
En la actualidad, la mayor libertad de creencias hace que, para mucha gente, estos días se hayan convertido en simplemente vacacionales. Sin embargo aún para muchos, la Semana Santa sigue siendo un motivo de recogimiento y espiritualidad, y para otros una vuelta a las tradiciones más profundas y las costumbres más arraigadas.
Sin duda la forma y la estética varían según las diferentes regiones, ya que nada tiene que ver la expresividad, el color y la algarabía de las procesiones andaluzas, con la sobriedad y el recogimiento de los cortejos procesionales castellanos, pero en cualquier caso se trata de una manifestación popular y cultural con tal fuerza que, incluso para los no creyentes, será difícil sustraerse al dramatismo de una bella talla de Cristo crucificado desfilando lentamente en la oscuridad de la noche, solamente iluminado por hachones encendidos y acompañados por redobles de tambor, o con la solemnidad de las marchas fúnebres.
La Semana comienza con el Domingo de Ramos, donde se conmemora la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén entre la multitud que le acompañaba con ramos y palmas. En nuestra Villa se celebra la procesión con la especial característica de repartirse y bendecirse los ramos en el patio de nuestro espléndido Castillo, para después venir hacia la iglesia.
En el Jueves Santo la celebración de la Misa es especialmente solemne, ya que en ella se recuerda la Última Cena que Cristo compartió con sus Apóstoles y en la que dejó instituido el Sacramento que es eje central de la fe cristiana: la Eucaristía. Finalizada la Misa, el Santísimo Sacramento, es trasladado en procesión y bajo palio, a través de la Iglesia hasta un altar en el que queda expuesto a la devoción de los fieles. Estos altares adornados para albergar el Santísimo, reciben el nombre popular de “monumentos”.
A las 9 de la noche tiene lugar en Coca la llamada “Procesión de los Pasos”, donde tiene especial relieve la imagen de Jesús Nazareno, acompañado por los miembros de la Cofradía que, desde hace pocos años, se ha creado con el nombre de “El Nazareno”. También desfila un Cristo crucificado, flanqueado por las figuras de María y San Juan, paso que es conocido popularmente con el nombre de “Las Magdalenas”, y finalmente la Virgen Dolorosa.
La Banda de Música, como es tradicional, da gran realce al cortejo, interpretando piezas adecuadas al paso procesional.
Al igual que en nuestro pueblo, entre el Jueves y el Viernes Santo España entera procesiona junto a sus imágenes. Desde Sevilla que vive su famosa “madrugá” que se prolonga durante toda la noche, hasta que sus dos Esperanzas regresan, una a San Gil y la otra a Triana, o la capital murciana, que paseará sus espléndidos Salcillos, o Cuenca donde la Procesión de “Las turbas” recorrerá la ciudad con su bronco bullicio, y Zamora y Valladolid que vestirán sus calles con su maravillosa imaginería, sin olvidar los tambores de Aragón que “romperán la hora” con su ronco acento . . . Y hay como un latido común de tradición y devociones, que se transmite de Norte a Sur, y que nos une con nuestras raíces más profundas como pueblo.
En Coca, en el Jueves Santo, y tras la Hora Santa que se celebra a las 11 de la noche, tiene lugar la llamada “Oración de Getsemani”, detrás del Castillo.
El Viernes Santo tiene lugar un Via-Crucis, y ya en la tarde, tras la Celebración de la Pasión, la Procesión de la Soledad.
Tras la Vigilia Pascual, celebrada el Sábado Santo, en nuestro pueblo cobra especial realce la Procesión del Encuentro, que se celebra en la mañana del Domingo de Resurrección.
Los Quintos del año, sacan desde la iglesia una imagen de Cristo resucitado, mientras un grupo de fieles, portan a la Virgen desde el Hospital de Nuestra Señora de la Merced, y pasando debajo del Arco del Ayuntamiento, acceden a la Plaza Mayor, donde tras quitar el manto negro a la Virgen que queda así vestida de blanco, se produce el gozoso encuentro de la Madre y el Hijo. Entre alegre repicar de campanas y sonido de cohetes, la Banda interpreta el Himno Nacional, todo ello en señal de alegría por la Resurrección del Señor.
Maribel Egido
En la actualidad, la mayor libertad de creencias hace que, para mucha gente, estos días se hayan convertido en simplemente vacacionales. Sin embargo aún para muchos, la Semana Santa sigue siendo un motivo de recogimiento y espiritualidad, y para otros una vuelta a las tradiciones más profundas y las costumbres más arraigadas.
Sin duda la forma y la estética varían según las diferentes regiones, ya que nada tiene que ver la expresividad, el color y la algarabía de las procesiones andaluzas, con la sobriedad y el recogimiento de los cortejos procesionales castellanos, pero en cualquier caso se trata de una manifestación popular y cultural con tal fuerza que, incluso para los no creyentes, será difícil sustraerse al dramatismo de una bella talla de Cristo crucificado desfilando lentamente en la oscuridad de la noche, solamente iluminado por hachones encendidos y acompañados por redobles de tambor, o con la solemnidad de las marchas fúnebres.
En el Jueves Santo la celebración de la Misa es especialmente solemne, ya que en ella se recuerda la Última Cena que Cristo compartió con sus Apóstoles y en la que dejó instituido el Sacramento que es eje central de la fe cristiana: la Eucaristía. Finalizada la Misa, el Santísimo Sacramento, es trasladado en procesión y bajo palio, a través de la Iglesia hasta un altar en el que queda expuesto a la devoción de los fieles. Estos altares adornados para albergar el Santísimo, reciben el nombre popular de “monumentos”.
La Banda de Música, como es tradicional, da gran realce al cortejo, interpretando piezas adecuadas al paso procesional.
Al igual que en nuestro pueblo, entre el Jueves y el Viernes Santo España entera procesiona junto a sus imágenes. Desde Sevilla que vive su famosa “madrugá” que se prolonga durante toda la noche, hasta que sus dos Esperanzas regresan, una a San Gil y la otra a Triana, o la capital murciana, que paseará sus espléndidos Salcillos, o Cuenca donde la Procesión de “Las turbas” recorrerá la ciudad con su bronco bullicio, y Zamora y Valladolid que vestirán sus calles con su maravillosa imaginería, sin olvidar los tambores de Aragón que “romperán la hora” con su ronco acento . . . Y hay como un latido común de tradición y devociones, que se transmite de Norte a Sur, y que nos une con nuestras raíces más profundas como pueblo.
En Coca, en el Jueves Santo, y tras la Hora Santa que se celebra a las 11 de la noche, tiene lugar la llamada “Oración de Getsemani”, detrás del Castillo.
El Viernes Santo tiene lugar un Via-Crucis, y ya en la tarde, tras la Celebración de la Pasión, la Procesión de la Soledad.
Tras la Vigilia Pascual, celebrada el Sábado Santo, en nuestro pueblo cobra especial realce la Procesión del Encuentro, que se celebra en la mañana del Domingo de Resurrección.
Maribel Egido
